Es sabido que una persona puede
tener el poder, pero no por haberlo conseguido por su esfuerzo, si no heredado.
Pero el poder se obtiene en el manejo o posesión de bienes de servicios. A esa
herencia la puede llegar a entender que están incluidas personas ya que están
subordinadas a ese poder como empleados administrativos, ejecutivos, de
maestranza, choferes, etc.
Sin lugar a dudas que este concepto
debe estar enmarcado en una determinada ética y moral. Aquí entendemos a ambas
como costumbres según sus traducciones del griego y del latín pero la primera
haciendo referencia a los principios que rigen los pensamientos de cada
intención, y la segunda a las acciones que deben estar en concordancia con los
pensamientos, intenciones.
Ese mismo poder debe ser servicio y
no servirse de los otros para ser servido. Es aquí donde la ética y moral no
tienen asidero en una conducta déspota. Si bien la ética te indica sobre el
bien y el mal no puede reducirse a lo que el sujeto crea de que abusar de los
otros está bien con el fin de sacar lo mejor de ellos para su beneficio
personal. Es aquí donde el sujeto en cuestión pasa a ser un “recurso
renovable”, uno más en la cadena de eslabones, reemplazable. El mérito de estos
sujetos no debe decaer ni estar sujeto a ninguna situación social, política ni
económica que perjudique al que ostenta el poder.
La “meritocracia” pasa a ser la
“leitmotiv” igual para todos, salvo para el que no dispone del poder como un
servicio.
El que vive el poder como servicio
es el primero que se desgasta porque está atento desde el principio hasta el
final de las necesidades de los otros. Por eso es necesario trabajar en
conjunto con otros que vivan el servicio como retributivo también para ellos.
También los subordinados se ponen al servicio del que tiene este poder ya que
ellos tienen el poder de ceder su tiempo y mano a de obra a aquel que les va a
reconocer su jornada laboral y va a actuar en justicia.
Pero si aquel que ostenta el poder
solamente trabaja para los otros que también ostentan el poder está
benenficiando solamente a un sector, creyendo que, si estos son beneficiados,
sus súbditos y los súbditos de los otros serán beneficiados, lo que se conoce
como la “ley del derrame”. Es aquí donde se vuelve un círculo vicioso y ese
derrame no llega más que hasta segundos o terceros mandos en una escala
piramidal. Entonces aquel que no es beneficiado se le endilga el no haber hecho
demasiado esfuerzo, mérito, para alcanzar el éxito.
Es así como este servicio es
limitado, es solamente para los que me responder servicialmente porque
comparten el mismo bienestar y nadie quiere dejar de tener ese privilegio de
poder. El círculo se cierra en unos pocos.
Entonces podemos diferenciar dos
figuras geométricas que se dibujan en este plano: un círculo y una pirámide y a
cada uno le corresponde un discurso.
Son pocos los que logran cambiar de
posición ascendente, de pasar de la pírámida al círculo, pero hay que estar muy
atento a sus propio intereses para no caer del círculo a la pirámide.
El ascenso es controlado de facto ya
que no habrá suficiente mérito como para ascender inmaculado. El descenso puede
llegar a darse luego de varios reacomodos, pero son inmediatamente reemplazados
por las generaciones que vienen empujando de los que no conocen otra cosa que
el círculo.
¿Pero quién tiene el poder?
Todo aquel que tenga a cargo a otros
tiene el poder. Un padre, una madre, un hermano mayor, el panadero con sus
empleados y clientes, el mismo empleado tiene una cuota de poder con los
clientes de su patrón. Todos tenemos el poder ya sea en acto o en potencia.
Hay un dicho que reza: “el que sabe
mandar es porque supo antes obedecer” y la obediencia no es más que la
disposición de servicio colaborativo con aquel que tiene el poder de enseñar.
La obediencia no debe ser ciega, debe ser servicial al igual que el poder. La
diferencia así es de forma y no de fondo. Los extremos se tocan para el bien
común.
El que solamente ostenta el poder
sin servicio, a su rol dentro del círculo lo ve como un desafío personal. Tiene
que demostrarse a sí mismo que si puede, que su existencia casi sin pasado tiene
sentido. Como el hierro que pasó por la forja tiene sentido así le quieren
encontrar el sentido a las suyas.
Estas personas normalmente emprenden
un montón de cosas cuando disponen de los “recursos” necesarios, y ellos las
cuentan a montones por eso son “Empresarios”. Arman, desarman, dividen, venden,
ganan dinero según como los mueva el círculo, si fracasan es porque fracasan
los “recurso”, nunca ellos, pero como el recurso es renovable, el éxito está
asegurado. En el círculo hay normas claras para todos y nadie pone un pie afuera de él.
Conformar el “equipo” es
fundamental, él pone el recurso y el resto el trabajo, su tiempo, sus deseos de
progreso. Cada movimiento que hace lo toma como un gran esfuerzo personal y
justifica sobre todos los demás que él tiene la necesidad de estar bien para
que las cosas estén bien. Los viajes de placer suelen ser motivo de
relacionarse con otros empresarios que pasan por las mismas necesidades y
surgen nuevos emprendimientos o favoritismos de acuerdo al lugar de poder que
se tenga. Mientras tanto el equipo cumple con su horario laboral, extra
laboral, horas extras con la consigna de estar siempre disponibles. Entonces el
sentido de servicio como un todo se divide en partes por conveniencias.
El papa Francisco en su segundo día
de su Viaje Apostólico a Cuba, en la
Plaza de la Revolución José Martí de La Habana sostuvo que “el
servicio nunca es ideológico” porque “no se sirve a ideas, sino que se sirve a
las personas” y en los tratos dentro del círculo no se ve personas sino
negocios bajo la ideología neo liberal y en la pirámide se ve a todos lados
competencia por la ideología meritocrática.
Hay una frase que está más allá de
los círculos, las pirámides y de las ideologías “el que no vive para servir no
sirve para vivir”, pues entonces que el desafío personal sea tener el poder del
servicio.
Dejo mi saludo ritual como un apretón de manos o un "Ave María Purísima", Firme y Digno, Bocha... el sociólogo.
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